Por Freddy Villeda
Es cierto que nuestro entorno se rodea de elementos visibles y palpables, todos ellos dignos de una decodificación, cosa que es tan necesaria como el mismo acto de proyección de quienes los producen. Lo anterior puede llamarse lectura, sea táctil o visual, no hay duda; sin embargo queda de cierto que para las decodificaciones de dichos elementos los mexicanos nos estamos quedando con lo mas fácil, lo menos extenso y hasta lo menos productivo, nuestra flojera se refleja en pruebas como PISA y otras encuestas sobre hábitos de lectura.
Es un hecho que a la lectura se le considere hermana legitima de la escritura y la pictografía, por que antes de ello fueron la voz y la memoria las transmisoras de hechos , tradiciones, penas y sonetos, y a la aparición de los signos visuales y táctiles la proyección de la escritura, tomo tal importancia que hasta se llego a castigar a quienes la practicaban, por supuesto si eran del vulgo, y no de la aristocracia ni las clases supremas, que desde entonces se preocuparon por ilustrarse bien y poner borradores y grilletes en la mente de los mas desprotegidos, al considerar que ponían en riesgo su poder e inteligencia ¿Cómo un pobre iba a poder tener la misma educación que ellos, si al final de cuentas no sabría utilizarla, ni tendría donde aprovecharla?.
Tal vez lo anterior influya en que en la actualidad las estadísticas tiranicen y señalen que a los mexicanos no nos gusta leer. Es más, no sólo no nos gustan los libros ni siquiera en calidad de objetos útiles o como reflejo de nuestra cultura, bien puede hallarse un hogar con televisión y estéreo, mas no así con una dotación de libros, y si los hay resulta que son para demostrar que en dicho hogar hay mentes abiertas a la información escrita, pero en realidad solo sirven de adorno en la mayoría de los casos.
Ni siquiera entre los académicos y personajes que se supone han estado mayor cantidad de años en el sistema educativo, se puede encontrar una claridad de verdaderos lectores, las estadísticas demuestran que hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero de ellos 1.6 millones, nunca ha puesto pie en una librería, comportándose como analfabetos funcionales. Que podría decirse del resto si tal vez solo nos preocupamos por leer lo suficiente para panzar las asignaturas y no para superarnos realmente en calidad cultural. En suma en nuestro país existen mas de 32 millones de jóvenes y adultos que no saben leer y escribir, o cuyos niveles de estudio han sido mínimos; a este panorama sombrío se suma la problemática de quienes estando en posibilidades de leer y escribir no lo hacemos ni por equivocación.
Esto explica algo realmente preocupante: México lejos de pertenecer a una clase educada y lectora se enlista en el número 107 de los 108 países lectores ya que el mexicano promedio lee 2.8 libros al año, mientras otros países como Cuba se leen más de 40 libros por persona al año.
Aun a sabiendas de que los libros y el acto de leer constituyen los cimientos de la educación y la propagación del conocimiento, la democratización de la cultura y la superación individual y colectiva de los seres humanos, en vez de verles como fuentes a discusión o de apoyo si realmente reflejan la realidad del contexto en el que vivimos, como menciona Paulo Freire, no los revisamos y mucho menos los discutimos.
Pareciera que los libros son nuestros enemigos y si hemos de convivir con ellos será solo lo indispensable, no habremos de tocarles ni abrirles, para no tener preocupaciones que no son nuestras, por lo que la indiferencia mantiene al país inmerso en una progresiva catástrofe silenciosa, amenazándolo seriamente y es que nuestro proceso educativo y cultural, al carecer de las capacidades lectoras no se beneficia suficientemente de las oportunidades educativas. Sin una capacidad lectora plenamente desarrollada, los mexicanos no alcanzamos un nivel básico de eficiencia, fallando al demostrar rutinariamente habilidades y conocimientos que nos permitan afrontar retos del futuro, así como analizar, razonar y comunicar ideas de manera efectiva y la capacidad para seguir aprendiendo a lo largo de nuestras vidas, en realidad hoy que se premiaría practicar la lectura, o por lo menos disfrutar de la libertad de leer lo que queramos, nosotros mismos nos hacemos a un lado en el camino de los libros y sus contenidos, todo sea, para no cansarnos ni saturarnos de información, ¿para que? Si con la de la televisión y las revistas baratas nos es suficiente ¿verdad?...
Es cierto que nuestro entorno se rodea de elementos visibles y palpables, todos ellos dignos de una decodificación, cosa que es tan necesaria como el mismo acto de proyección de quienes los producen. Lo anterior puede llamarse lectura, sea táctil o visual, no hay duda; sin embargo queda de cierto que para las decodificaciones de dichos elementos los mexicanos nos estamos quedando con lo mas fácil, lo menos extenso y hasta lo menos productivo, nuestra flojera se refleja en pruebas como PISA y otras encuestas sobre hábitos de lectura.
Es un hecho que a la lectura se le considere hermana legitima de la escritura y la pictografía, por que antes de ello fueron la voz y la memoria las transmisoras de hechos , tradiciones, penas y sonetos, y a la aparición de los signos visuales y táctiles la proyección de la escritura, tomo tal importancia que hasta se llego a castigar a quienes la practicaban, por supuesto si eran del vulgo, y no de la aristocracia ni las clases supremas, que desde entonces se preocuparon por ilustrarse bien y poner borradores y grilletes en la mente de los mas desprotegidos, al considerar que ponían en riesgo su poder e inteligencia ¿Cómo un pobre iba a poder tener la misma educación que ellos, si al final de cuentas no sabría utilizarla, ni tendría donde aprovecharla?.
Tal vez lo anterior influya en que en la actualidad las estadísticas tiranicen y señalen que a los mexicanos no nos gusta leer. Es más, no sólo no nos gustan los libros ni siquiera en calidad de objetos útiles o como reflejo de nuestra cultura, bien puede hallarse un hogar con televisión y estéreo, mas no así con una dotación de libros, y si los hay resulta que son para demostrar que en dicho hogar hay mentes abiertas a la información escrita, pero en realidad solo sirven de adorno en la mayoría de los casos.
Ni siquiera entre los académicos y personajes que se supone han estado mayor cantidad de años en el sistema educativo, se puede encontrar una claridad de verdaderos lectores, las estadísticas demuestran que hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero de ellos 1.6 millones, nunca ha puesto pie en una librería, comportándose como analfabetos funcionales. Que podría decirse del resto si tal vez solo nos preocupamos por leer lo suficiente para panzar las asignaturas y no para superarnos realmente en calidad cultural. En suma en nuestro país existen mas de 32 millones de jóvenes y adultos que no saben leer y escribir, o cuyos niveles de estudio han sido mínimos; a este panorama sombrío se suma la problemática de quienes estando en posibilidades de leer y escribir no lo hacemos ni por equivocación.
Esto explica algo realmente preocupante: México lejos de pertenecer a una clase educada y lectora se enlista en el número 107 de los 108 países lectores ya que el mexicano promedio lee 2.8 libros al año, mientras otros países como Cuba se leen más de 40 libros por persona al año.
Aun a sabiendas de que los libros y el acto de leer constituyen los cimientos de la educación y la propagación del conocimiento, la democratización de la cultura y la superación individual y colectiva de los seres humanos, en vez de verles como fuentes a discusión o de apoyo si realmente reflejan la realidad del contexto en el que vivimos, como menciona Paulo Freire, no los revisamos y mucho menos los discutimos.
Pareciera que los libros son nuestros enemigos y si hemos de convivir con ellos será solo lo indispensable, no habremos de tocarles ni abrirles, para no tener preocupaciones que no son nuestras, por lo que la indiferencia mantiene al país inmerso en una progresiva catástrofe silenciosa, amenazándolo seriamente y es que nuestro proceso educativo y cultural, al carecer de las capacidades lectoras no se beneficia suficientemente de las oportunidades educativas. Sin una capacidad lectora plenamente desarrollada, los mexicanos no alcanzamos un nivel básico de eficiencia, fallando al demostrar rutinariamente habilidades y conocimientos que nos permitan afrontar retos del futuro, así como analizar, razonar y comunicar ideas de manera efectiva y la capacidad para seguir aprendiendo a lo largo de nuestras vidas, en realidad hoy que se premiaría practicar la lectura, o por lo menos disfrutar de la libertad de leer lo que queramos, nosotros mismos nos hacemos a un lado en el camino de los libros y sus contenidos, todo sea, para no cansarnos ni saturarnos de información, ¿para que? Si con la de la televisión y las revistas baratas nos es suficiente ¿verdad?...
Comentarios
Publicar un comentario