* Especialistas y alumnos del INAH concluyeron los trabajos en frisos con escenas de la Pasión de Cristo
La Neta/ Tlahuelilpan.- Hasta hace tres años, varias de las escenas de la Pasión de Cristo descritas en los murales coloniales del templo de San Francisco de Asís, en Tlahuelilpan, Hidalgo, eran prácticamente imperceptibles para los feligreses debido a que grandes manchas de suciedad habían ocultado imágenes completas y detalles que subsistían desde el siglo XVI.
Gracias a la intervención de especialistas y alumnos de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), quienes han realizado tres temporadas de campo en esa iglesia –parte del pequeño conjunto conventual–, el Viacrucis de Jesucristo plasmado en dos frisos de 2 metros de alto por 12 de ancho, ha recobrado su dramatismo original.
A cargo de las profesoras del Taller de Obra Mural de esa instancia académica del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), los trabajos emprendidos en 2007 y que concluyeron hace un par de semanas, abarcaron el registro de la obra, la consolidación de aplanados, una ardua limpieza con base en distintos métodos y la reintegración cromática.
Custodiado por el Cerro del Xicuco, el ex convento del municipio de Tlahuelilpan, formó parte de las visitas franciscanas en el Valle de Tula, es decir, los frailes acudían desde Tula para cumplir con la evangelización de los otomíes en regiones cercanas y pernoctaban allí uno o dos días, razón por la que las dimensiones arquitectónicas de estos conjuntos son pequeñas.
Entre las particularidades de los murales del Templo de San Francisco de Asís –a seis metros de distancia del piso–, es que no están pintados en grisalla, como era común en las obras franciscanas de este tipo, sino que son polícromos. Incluye dos tonos de azul, blanco, verde, negro, rojo y dos tonalidades de café, quizá una influencia de la paleta propia de los agustinos.
Las especialistas en pintura mural Margarita López, Roxana Govea e Irlanda Fragoso, apoyadas por la también restauradora Haydeé Orea y la historiadora Guadalupe de la Torre, encabezaron este proyecto de intervención que, a su vez, partió del interés del párroco de la nueva iglesia de Tlahuelilpan, Rigoberto Pintor, y un comité de la propia comunidad.
De acuerdo con Margarita López Fernández, los frisos ubicados en los muros norte y sur del templo de San Francisco de Asís, retratan la Pasión pero en ocho escenas (contenidas en medallones) y no en 14 como suele representarse.
Las escenas parten con La oración en el huerto de Getsemaní –una representación muy deteriorada cuya iconografía se infirió a partir de los pocos restos de pintura mural y su relación con los demás medallones– y terminan en el momento en que Jesús espera su crucifixión.
El proyecto de restauración de estos murales coloniales es de carácter pedagógico y se inserta en el Seminario-Taller de Restauración de Obra Mural, en el que convergen las áreas de historia, química, geología y arquitectura, entre otras, lo que ha permitido entender las proporciones del edificio, deducir las fuentes de los problemas de conservación y ubicar alteraciones.
Luego del registro –a partir de fotografías, dibujos, descripciones, esquemas y planos arquitectónicos–, fue posible determinar que los problemas estructurales del ex convento, desde el siglo XVI al XX, provocaron la pérdida desigual de la pintura mural, toda vez que las tres primeras escenas son las más afectadas.
Por ejemplo, explicó López Fernández, en la pasada centuria se techó el templo de San Francisco de Asís con una losa de concreto, ocasionando al mismo tiempo que una cubierta de madera presionara los aplanados en donde yacen los murales, lo que provocó abombamientos y oquedades, aparte de facilitar la existencia de humedad.
Para contrarrestar los problemas ocasionados, se realizaron diferentes procesos de restauración. Fueron consolidados los aplanados mediante inyecciones de cal y sus derivados, se fijó la capa pictórica con el uso de sustancias adhesivas, y se hicieron resanes utilizando morteros (mezclas) con pastas y cargas inorgánicas que permitieron recuperar faltantes y dar estabilidad a la obra.
Simultáneamente, “al empezar las pruebas de limpieza nos percatamos que aparecían muchas figuras y colores, y ya contábamos con la información suficiente para rescatar y dejar la pintura con una lectura homogénea que le permitiera al espectador apreciarla y tener una idea clara de que son escenas con una continuidad”, expresó la académica de la ENCRyM.
Primero se realizó una limpieza superficial con brochas especiales para eliminar el polvo, después con diferentes sustancias y métodos se retiraron las manchas más profundas.
También se eliminaron sales –formadas por reacciones entre los materiales y la humedad en muros, y que impedían ver las imágenes– con solventes y geles creados y proporcionados por el experto Javier Vázquez, del Laboratorio de Química de la ENCRyM.
Esta última temporada de campo en la que participaron 20 alumnos de la escuela de restauradores del INAH, contempló trabajos de limpieza específica y de reintegración cromática con base en la técnica de “rigattino”, que consiste en la colocación de líneas verticales de color, separadas de uno a tres milímetros entre sí, de modo que unifican el color del faltante al alejarse a cierta distancia, pero distinguiéndose de cerca.
En este proyecto, también se utilizó la técnica pictórica de acuarela para llevar a cabo la reintegración cromática, a fin de no dañar ni al alterar el original hecho con un método mixto.
La Neta/ Tlahuelilpan.- Hasta hace tres años, varias de las escenas de la Pasión de Cristo descritas en los murales coloniales del templo de San Francisco de Asís, en Tlahuelilpan, Hidalgo, eran prácticamente imperceptibles para los feligreses debido a que grandes manchas de suciedad habían ocultado imágenes completas y detalles que subsistían desde el siglo XVI.
Gracias a la intervención de especialistas y alumnos de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), quienes han realizado tres temporadas de campo en esa iglesia –parte del pequeño conjunto conventual–, el Viacrucis de Jesucristo plasmado en dos frisos de 2 metros de alto por 12 de ancho, ha recobrado su dramatismo original.
A cargo de las profesoras del Taller de Obra Mural de esa instancia académica del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), los trabajos emprendidos en 2007 y que concluyeron hace un par de semanas, abarcaron el registro de la obra, la consolidación de aplanados, una ardua limpieza con base en distintos métodos y la reintegración cromática.
Custodiado por el Cerro del Xicuco, el ex convento del municipio de Tlahuelilpan, formó parte de las visitas franciscanas en el Valle de Tula, es decir, los frailes acudían desde Tula para cumplir con la evangelización de los otomíes en regiones cercanas y pernoctaban allí uno o dos días, razón por la que las dimensiones arquitectónicas de estos conjuntos son pequeñas.
Entre las particularidades de los murales del Templo de San Francisco de Asís –a seis metros de distancia del piso–, es que no están pintados en grisalla, como era común en las obras franciscanas de este tipo, sino que son polícromos. Incluye dos tonos de azul, blanco, verde, negro, rojo y dos tonalidades de café, quizá una influencia de la paleta propia de los agustinos.
Las especialistas en pintura mural Margarita López, Roxana Govea e Irlanda Fragoso, apoyadas por la también restauradora Haydeé Orea y la historiadora Guadalupe de la Torre, encabezaron este proyecto de intervención que, a su vez, partió del interés del párroco de la nueva iglesia de Tlahuelilpan, Rigoberto Pintor, y un comité de la propia comunidad.
De acuerdo con Margarita López Fernández, los frisos ubicados en los muros norte y sur del templo de San Francisco de Asís, retratan la Pasión pero en ocho escenas (contenidas en medallones) y no en 14 como suele representarse.
Las escenas parten con La oración en el huerto de Getsemaní –una representación muy deteriorada cuya iconografía se infirió a partir de los pocos restos de pintura mural y su relación con los demás medallones– y terminan en el momento en que Jesús espera su crucifixión.
El proyecto de restauración de estos murales coloniales es de carácter pedagógico y se inserta en el Seminario-Taller de Restauración de Obra Mural, en el que convergen las áreas de historia, química, geología y arquitectura, entre otras, lo que ha permitido entender las proporciones del edificio, deducir las fuentes de los problemas de conservación y ubicar alteraciones.
Luego del registro –a partir de fotografías, dibujos, descripciones, esquemas y planos arquitectónicos–, fue posible determinar que los problemas estructurales del ex convento, desde el siglo XVI al XX, provocaron la pérdida desigual de la pintura mural, toda vez que las tres primeras escenas son las más afectadas.
Por ejemplo, explicó López Fernández, en la pasada centuria se techó el templo de San Francisco de Asís con una losa de concreto, ocasionando al mismo tiempo que una cubierta de madera presionara los aplanados en donde yacen los murales, lo que provocó abombamientos y oquedades, aparte de facilitar la existencia de humedad.
Para contrarrestar los problemas ocasionados, se realizaron diferentes procesos de restauración. Fueron consolidados los aplanados mediante inyecciones de cal y sus derivados, se fijó la capa pictórica con el uso de sustancias adhesivas, y se hicieron resanes utilizando morteros (mezclas) con pastas y cargas inorgánicas que permitieron recuperar faltantes y dar estabilidad a la obra.
Simultáneamente, “al empezar las pruebas de limpieza nos percatamos que aparecían muchas figuras y colores, y ya contábamos con la información suficiente para rescatar y dejar la pintura con una lectura homogénea que le permitiera al espectador apreciarla y tener una idea clara de que son escenas con una continuidad”, expresó la académica de la ENCRyM.
Primero se realizó una limpieza superficial con brochas especiales para eliminar el polvo, después con diferentes sustancias y métodos se retiraron las manchas más profundas.
También se eliminaron sales –formadas por reacciones entre los materiales y la humedad en muros, y que impedían ver las imágenes– con solventes y geles creados y proporcionados por el experto Javier Vázquez, del Laboratorio de Química de la ENCRyM.
Esta última temporada de campo en la que participaron 20 alumnos de la escuela de restauradores del INAH, contempló trabajos de limpieza específica y de reintegración cromática con base en la técnica de “rigattino”, que consiste en la colocación de líneas verticales de color, separadas de uno a tres milímetros entre sí, de modo que unifican el color del faltante al alejarse a cierta distancia, pero distinguiéndose de cerca.
En este proyecto, también se utilizó la técnica pictórica de acuarela para llevar a cabo la reintegración cromática, a fin de no dañar ni al alterar el original hecho con un método mixto.
Con información de Conaculta.
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